Dejar de ser un niño, asumir responsabilidades, madurar... no es nada fácil. Todo ello conlleva desajustes hormonales y emocionales que en ocasiones pueden generar depresión, ansiedad, inseguridad, agresividad... situaciones conflictivas que generan tensiones familiares difíciles de llevar.
Es complejo manejar estas situaciones por parte de los padres que se sienten sobrepasados. No siempre la solución es trabajar con el menor (aunque en determinados casos sí es lo más aconsejable).
Una orientación familiar adecuada puede suponer el cambio necesario para resolver estas situaciones que se descontrolan.
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